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lunes, 27 de junio de 2011

La Campana de Huesca

 Hoy me apetece hablaros de la Campana de Huesca, nuestra leyenda más emblemática. He dicho leyenda.
Pero bueno, ¿al decir leyenda quiero significar que cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia? ¡Que no se me ocurra!
Tengo una fe profunda en las leyendas y no estoy de acuerdo con la definición que de ellas hace el Diccionario de la Real Academia: “Relación de sucesos que tienen más de tradicionales o maravillosos que de históricos o verdaderos”.
Es más, ahora que no me lee ningún catedrático de Historia, y si me lee, que se jibe… cuando me encuentro con una contradicción entre la historia y la leyenda, yo me quedo con la leyenda. Y explico mi postura: la historia antigua está tomada de las crónicas.
De acuerdo. ¿Y quién escribía las crónicas? Los cronistas, claro. ¿Pero quiénes eran los cronistas? Unos señores pagados por el rey para escribir. .. ¿Para escribir qué? ¿Los acontecimientos reales o las cosas que el rey quería escuchar? Es evidente que esto último, y el cronista sabía que si su majestad no aparecía claramente como el más valiente, el más guapo y el más inteligente, se jugaba su cocido. Por eso no tengo excesiva fe en los cronistas. La leyenda, en cambio, está inspirada en un acontecimiento vivido por el pueblo y transmitida de generación en generación.
Ramiro II el Monje
Es la tradición oral. Es verdad que el pueblo es poeta y lo idealiza todo, lo adorna y en algunas cosas lo exagera. Hay que saber quitar esa hojarasca para quedarnos con la verdad.
Lo de la Campana de Huesca no se tiene en pie a la luz de la ciencia histórica. Pero sí a la de la voz popular. Vamos con ella y luego examinaremos lo que la ciencia dice:
Ramiro II no había nacido para rey. Prefería con mucho la paz del convento y allí decidió pasar su vida en oración y tranquilidad. Las cosas se le complicaron a la muerte de su hermano don Alfonso I el Batallador, que dejaba huérfano el trono al no tener sucesión. El buen Ramiro, entonces fraile benedictino y obispo electo de Barbastro y Roda, tuvo que abandonar el claustro para hacerse con las riendas del reino y contraer matrimonio con dispensa de Roma para procurar un sucesor. Y esto, precisamente, en el momento en que los nobles aragoneses andaban más desobedientes y revueltos, por lo que pensaban ahora lo fácil que sería humillar al monje, poco acostumbrado a las armas y las intrigas. Pronto me lo bautizaron con el apodo de Rey Cogulla y, por supuesto, estaban dispuestos a no acatar ninguna orden suya que les resultase incómoda. Que el rey quería blanco, pues ellos negro.
Ramiro no sabía qué decisión tomar y pensó que su antiguo abad de San Ponce de Torneras, fray Frotardo -modelo de sabiduría-, le sabría aconsejar, y le envió un mensajero para exponerle sus problemas. El abad escuchó en silencio al mensajero. Nunca quebrantaba la regla del silencio si no era imprescindible. Le hizo una seña para que le siguiese al jardín, tomó unas tijeras de podar y, sin abrir la boca, fue cortando las cabezas de las flores y plantas que más sobresalían y lo despidió.
Un poco mohíno debió de volver el mensajero al palacio, pero Ramiro comprendió el mensaje y el consejo y preparó su plan: iba a fabricar una campana cuyo sonido llegaría a todo el reino.
Los nobles pensaron que ahora, además de tener un rey débil, lo tenían también loco, pero entre la obediencia y la curiosidad acudieron a ver la campana cuando el rey la tuvo lista y los invitó. La escena resultó dantesca. En el sótano del palacio se había construido una sala con bóveda en forma de campana y conforme iban entrando los caballeros, de uno en uno (Rui Giménez de Luna, Ferriz de Lizana, Roldán, Ramón de Foces, Gil de Altrosillo, todos los que más destacaban en su desobediencia), el verdugo les iba cortando la cabeza que colocaba en círculo en el suelo. El último invitado a ver la campana fue su secretario, el obispo Ordás. Hasta catorce cabezas contó atónito el prelado, pero no perdió la calma pensando que a él le respetaría:
-Famosa campana, majestad. Seguro que su sonido se oye en toda España.
-No es posible que se oiga -repuso el rey.
-Porque le falta el badajo.
El badajo -aclaró con calma pero con firmeza don Ramiro será vuestra cabeza, señor obispo.
Hizo una señal al verdugo. Él decapitó su ilustrísima y colgó su cabeza sobre el círculo de cabezas rebeldes.
"La Campana de Huesca"
Esta es la leyenda. ¿Y la historia?
Los historiadores, poco dispuestos a admitir la tradición del pueblo y discurriendo que no encajaba con la timidez y bondad del rey, bucearon por los archivos de los tres años que reinó el Rey Monje (1134 a 1137). y descubrieron algo parecido: don Ramiro había dado palabra al gobernador almorávide de Valencia de respetar el comercio entre los dos reinos. Pero en 1335, entre Fraga y Huesca, siete nobles aragoneses con sus huestes atacaron un convoy musulmán entre Fraga y Huesca. El rey quiso escarmentados y los mandó degollar. Los nombres no coinciden con los de la leyenda. La escaramuza estaba organizada por don Lope Fortuñonez de Albero, Fortún Galíndez de Huesca, Martín Galíndez de Ayerbe, Bertrán de Ejea, Miguel de Roda de Perarrúa, Iñigo López de Naval y Cecodín de Ruesta.
Éstas son las dos versiones, la de los historiadores y la de la leyenda. ¿Con cuál nos quedamos? Pues cada uno decidirá. Coinciden en una cosa: que hubo decapitados. Difieren en el número: los historiadores matan a siete y la leyenda a catorce; y los nombres que nos dan son diferentes.
Incluso en la versión que escribió Cánovas del Castillo en su novela “La Campana de Huesca”, incluye entre los muertos a Roldán y, sin embargo, otra leyenda nos lo excluye porque Roldán fue el único que escapó del rey gracias a su prodigioso salto entre las peñas de Amán y San Miguel, que dio nombre al Salto de Roldán. Cánovas no pone de badajo la cabeza del obispo Ordás, sino la del arzobispo don Pedro de Luna.
¿Y si las dos versiones fueran ciertas e independientes, es decir, que hubo dos ejecuciones distintas?
La bondad y timidez del rey. Pero la leyenda, siempre popular, tal vez nos quiere dar entre otras una moraleja clara: no te fíes de las reacciones de los tímidos... Cuando visitéis la Campana de Huesca, cuando la enseñéis a vuestros amigos forasteros, contadles lo que queráis. Pero una cosa es clara: que la matanza de los siete nobles por causa de los almorávides ha quedado en el olvido y el ruido atronador de la campana sigue resonando en toda España.

miércoles, 22 de junio de 2011

Sanjuanada

Durante estos días he intentado contaros muchas de las tradiciones que se han practicado en nuestro Aragón, quizá muy atropelladamente. Quería relataros muchas cosas antes de la noche del 23 al 24 y las prisas no son buenas consejeras…
Pero seguimos con la magia de la Sanjuanada porque todavía queda mucho por contar. Oímos esta curiosidad en Liri, en la Ribagorza: la mujer estéril, para dejar de serlo, tenía que beber agua de nueve barrancos diferentes durante la noche de San Juan. Menos mal que allí, no tienen problema de barrancos. También, cuando daban las doce de la noche, cascaban un huevo, lo echaban en un vaso y lo dejaban sin removerlo; a la mañana siguiente, si aparecía deshecho, la mujer no tendría hijos; si, por el contrario, tomaba forma de criatura, había esperanzas.
A propósito, ¿sabíais que las cáscaras de huevo jamás deben echarse al fuego? Si se hace, sufren más las almas del Purgatorio. Esto, a manera de paréntesis.
Mucha gente, aún hoy día, hace sus experimentos con la clara de huevo la noche de San Juan, aunque sea en plan de juego. Es fácil: se separa de la yema, se echa en un vaso con agua y a esperar. Dicen que se hace un barco velero; otros prefieren que sea la imagen estilizada de la Virgen María. Como puede verse, la imaginación es la que trabaja.
En Salvatierra me aseguraban que lo de la Virgen funciona. Tampoco se me ha ocurrido experimentar si se dan los mismos fenómenos en otra ocasión diferente a la noche de San Juan.
Pero de lo que parece que no haya duda es, de que la gente cree a pie juntillas en la magia de la Sanjuanada.
Una señora de Villacarli me contaba así su propia experiencia: “La noche de San Juan, si se echa una clara de huevo en un vaso con agua, se hacen figuras que predicen con quién te vas a casar. A dos hermanas, amigas mías, les echaron el huevo. A una de ellas le salió como un barco: se casó con un hombre que navegaba mucho y se pasaba la vida en el mar. A la otra le salió como un bultico que se parecía a un pan pequeño: se casó con un panadero de Naval. A mí me salieron muchas cosetas sueltas y raras que podrían ser instrumentos de labranza y del campo: me casé con un labrador”.
Dice que en Berdún las chicas echaban debajo de la cama unos papelicos doblados en los que habían escrito los nombres de los chicos que querían. Después recogían los papeles y el que estaba más abierto correspondía al chico que le había tocado en suerte.
En el Campo de Jaca hacían lo mismo con los papeles y también los metían debajo de la cama; a la mañana siguiente, al tentón, sacaban uno: allí aparecía el nombre del futuro marido. Por cierto, que la abuelica que me contaba este método de elección añadía que eran muy picarazas y hacían trampa, colocando el nombre que más les interesaba en donde les fuera más fácil localizarlo por la mañana.
En Santa Cilia de Jaca, para conocer el futuro, debía uno encerrarse a solas en una habitación que tuviera un espejo y apagar la luz. En el espejo veía lo que iba a sucederle. Si aparecía una boda, significaba que iba a casarse; si un entierro, era señal de que iba a morirse pronto.
En Benasque y otros pueblos del valle, la chica que buscaba novio tiraba discretamente una moneda a la hoguera de San Juan sin ser vista.
Antes de salir el sol recogía la moneda y se la llevaba. La entregaba al primer mendigo que se encontraba y le preguntaba cómo se llamaba. Y el nombre que le decía, sería también el del hombre que la llevaría al altar.

Fuente de Zillas (Huesca)

Muy cerca de Huesca, en la ermita de Zillas (Cillas), se vive todos los años intensamente la “sannjuanada” y congrega a muchos oscenses y forasteros para sanjuanarse. A unos cien metros de la ermita hay una fuente que esa noche parece tener gracias especiales para el que bebe de ella. Junto a ella, en una edificación se guarda el arca y siempre hay gran cola para meterse en ella. Y es que la persona que se encierra dentro del arca y reza tres credos, ya no tendrá dolores de cabeza durante todo el año.
Más cosas pasan en Zillas. El atento observador podrá ver otra cola dentro de la ermita. Todos llevan un frasquico con aceite de oliva. La cola termina en la lámpara de la iglesia. Llegan todos allí, vacían su aceite en ella y vuelven a llenar el pomo: ese aceite se convertirá en auténtica panacea para todos los males.
Aseguran que no es bueno que llueva ese día. Es buena el agua que ya tiene la tierra, pero no la que cae del cielo. Tenemos nuestro refrán a propósito: “Agua de San Juan quita vino y no da pan”. Esa noche además hay que “serenar la ropa”: se sacan las mantas que ya se habían recogido y se cuelgan al sereno toda la noche (lo mismo con la ropa de los armarios); con eso no se apolillan.
Como se ve, demasiadas cosas para una sola noche, ya que no se puede empezar antes de las doce y con el primer rayo de sol termina la magia.

Interior de la ermita de Zillas (Huesca)

No es de extrañar que necesiten otra noche más, por lo menos, para cumplirlas todas. No importa, pues está previsto: cinco días más tarde, la noche de San Pedro (la Sampedrada) tiene las mismas virtudes que la Sanjuanada con tal de que se haya “trabajado” ya en esta primera noche.
Debo aclarar que muchas de estas costumbres no son exclusivas de Aragón. En todo el mundo, este solsticio de verano se celebra intensamente.
¿Es la experiencia de siglos ante una noche realmente mágica? ¿Se trata de reminiscencias de antiquísimos cultos solares?
Y no hemos agotado el tema después de estos artículos comentando de él, por la sencilla razón de que es inagotable.
Seguro que muchos lectores añadirían ritos y costumbres que se practicaban en su pueblo y han oído contar a sus mayores. Desde aquí les ruego que me las cuenten a mí. Y gracias por adelantado.
Ah! Y buena noche de solsticio para todos.
Y gracias a mi amigo Chesus L. Domper por las excelentes fotografías aportadas.

martes, 21 de junio de 2011

La noche de San Juan (sanjuanarse)

Aunque el fuego tiene una gran importancia esta noche, que por algo conmemora, entre otras cosas, el solsticio de verano en el momento de mayor esplendor del sol, el rito más importante se realizaba con agua, que es lo que se llamaba “sanjuanarse”. Las fórmulas son diversas, aunque fundamentalmente se reducen a beber de una fuente o de varias, a bañarse en un sitio determinado o a revolcarse por la hierba húmeda del rocío en caso de no haber agua.
Bañarse se hacía preferentemente en la montaña, que es donde abundan los barrancos.
He recogido información, entre otras aguas, de una fuente intermitente en el barranco de Estarrún, en Aísa. Si uno se lavaba allí la noche de San Juan desaparecían las pupas de la cabeza. Mi informador Miguel Gil me dice que es muy curioso, porque la fuente, que se llama de Madalena, está seca y a las doce en punto del 24 de Junio ya se oye borbotar y empieza a manar. Miguel conoció a un hombre que era todo una llaga. Había visitado a muchos médicos, y nada. Le dijeron que se bañara en el Estarrún: él no creía, pero por probar lo hizo: se bañó y se curó del todo.
Aisa - Río Estarrún
Es mucha la gente que te asegura que se “sanjuanaban” en la fuente de la Madalena y luego se lavaban en el río Estarrún y su agua es muy buena para las enfermedades de la piel.
Normalmente está seca, pero a media noche de San Juan mana durante una hora. Luego, se ara hasta el otro San Juan.
En Echo, como en muchos otros lugares, aseguran que hay otra fuente intermitente. Si uno se lava en ella la noche de San Juan, desaparecen las pupas de la cabeza. Cuando alguno está enfermo o impedido por cualquier otra razón de peso, no es imprescindible que acuda a la fuente: se puede coger el agua con una botella y llevada a casa.
En algunos pueblos también se “sanjuanaban” los animales. En Morillo de Sampietro, por ejemplo, en el barranco del Infierno hay una badina de regular tamaño que llaman “As Crabas” porque las “sanjuanaban” en ella.
Hemos oído, asimismo, que si uno se baña en esa noche antes de salir el sol, ya no tiene pereza en todo el año. El baño es mejor que lavarse para curar además el mal de los riñones; en Linás de Broto, el bocio.
En otros pueblos tienen que beber agua de siete fuentes distintas, pero en el trayecto no se puede cruzar ningún río o barranco. Eso de cruzar los barrancos o ríos puede ser muy peligroso, pues además de romper el hechizo de las fuentes puede traer la “marina”. La “marina” es la infección profunda. Cuando una persona se “enmarina” hay que acudir al curandero especializado, que sabe los remedios, siempre muy complicados.
Tramacastilla de Tena - El Betato
Cuando no se tiene agua a mano, como ya hemos dicho, hay que revolcarse en el relente. En Sahún lo llaman “tomá el ros”.
En Yebra de Basa y en Aquilué, si alguien estaba infectado de sarna, se revolcaba y retozaba en un campo de avena. En Laspaúles, en cambio, lo hacían en un campo de cebada.
En Tramacastilla de Tena era costumbre “sanjuanarse” en el Betato, que es un impresionante hayetal en el que jamás entra el sol y que tiene muchas connotaciones mágicas que ahora no vienen al caso y que están relacionadas con la brujería, que, como es sabido, abundó de manera especial en todo el valle de Tena.
En Sopeira, me contaron que una vez un nene tenía pupas terribles en sus partes. “El curandero nos dijo -me decían- que lo llevásemos a cinco fuentes diferentes en la noche de San Juan, que lo lavásemos y que luego lo frotásemos con avena. Así lo hicimos y el niño se curó”.
Ya hemos visto, pues, la importancia de las hogueras y del agua en la noche de San Juan. Pero no se acaba aquí el tema. Seguiremos hablando de él.


lunes, 20 de junio de 2011

La “sanchuanada” (curaciones)

Demasiado trabajo para una sola noche para recoger tantas hiervas y tantos y tantos pasos para preparar la medicación para el resto del año.
Y es que la noche del 23 al 24 de junio, era una noche muy especial…
La avena, con otras dos hierbas más, en toda la montaña se cocía y su agua era buena para los granos.
En la Jacetania, el que tuviera sarna, para curarse, esa noche debía revolcarse en un campo de avena.
Por la Ribagorza, cogían hojas de nogal para hacer agua que luego se empleaba para lavar miembros doloridos, heridas, llagas…
En la Litera se buscaban “manzanetas de San Chuan” con las que hacían un agua que valía para todo.
Me lo contaron concretamente en Villacarli, en la Ribagorza. La noche de San Juan, a las doce, se ven unas lucetas por los prados. Son preciosas. Y dicen que las produce la “hierba sanjuanera”, como llaman ellos a una planta que no he podido identificar.
Manzanetas de San Chuan en flor
Hemos visto, pues, que el mundo de las plantas adquiere un don especial con la noche de San Juan. Pero quedan más cosas. Habrá que hablar, por ejemplo, de las verrugas como manifestación espectacular.
La señora Pedra, de Colungo, que sabe lo suyo de hierbas y esas cosas, me decía: “En la noche de San Juan hay que levantarse antes de salir el sol. Se cuentan las verrugas que uno tiene y se dice: "arrugas tengo, arrugas dejo", tantas veces como verrugas se tienen”. Desaparecen rapidísimamente.
En Sariñena, para lo mismo, esa madrugada hay que coger tres caracoles, chafarlos con la cáscara y luego aplicarlos en donde se tienen las verrugas.
Por el Sobrarbe, las verrugas se frotan con hierba esa misma noche diciendo esta oración: “San Chuan Bautista, apóstol ebanchelista, por a birtú que Dios t´dau, quitar-ne as berrucas y chitar-ne ta fora”.
En Fraga se curaban esa misma noche en la fuente de Salillas; y en Graus, en la fuente de Gambón.
En la misma línea de remedio mágico está el método de curación de la hernia infantil que ha de realizarse en la noche de San Juan, la noche mágica del solsticio de verano.
Noguera
Requiere un ritual extrañísimo con ligeras variantes de un lugar a otro. En esencia se requiere. Un árbol que tenga un horquilla o bifurcación de camales -ramas grandes- amplia. En muchos sitios ha de ser un roble; en otros, una carrasca. Se colocan frente a frente -uno a cada lado del árbol- dos hombres y se empiezan a pasar el uno al otro el niño enfermo a través de la horquilla. En Xistau, los que realizan la operación han de ser hermanos gemelos. Hay que tener en cuenta que en toda la Montaña aragonesa, los “medios” tienen “don” al igual que el quinto hermano de una familia si es varón y los otros cuatro que le preceden también lo son. En la Ribagorza, uno ha de llamarse Juan y el otro Pedro, sin duda por la fórmula que recitan. La hora que parece mejor es la media noche. En la zona occidental de la provincia tiene menos importancia con tal que se haga antes de que aparezca el primer rayo de sol. Al pasarse el niño, los oficiantes recitan:
- Tómalo, Juan
- Tráelo, Pedro
- Tómalo, Pedro
- Tráelo, Juan
- San Juan y San Pedro te curarán.
El número de pasadas suele ser siete o nueve (como es sabido números mágicos). En todo caso ha de ser número impar.
En Naval se raja el árbol y, se separan la dos mitades sosteniéndolas con un travesaño para pasar el niño por dentro de ese triángulo. Cuando acaba la ceremonia, se junta otra vez el tronco y se ata. Si el árbol sobrevive a la operación, seguro que el niño se cura, si no, habrá que esperar al año siguiente. Naturalmente que estas ceremonias se hacen con la máxima discreción en nuestra provincia. En las Cinco Villas, sin embargo, (creo que es en Uncastillo), había una robleda, centro de verdadera peregrinación a donde la gente acudía de hasta cien kilómetros a la redonda.

viernes, 17 de junio de 2011

La noche de San Juan (Yerbas)

Pues no tenían trabajo nuestros mayores en una noche como la del solsticio de verano…
Una señora de Colungo (Sierra de Guara), me decía que esa noche, cogían “sanjuanetas”, que tienen flor amarilla. Se hacían ramos y se ponían en el altar. El cura los bendecía.
“Cuando había una tormenta, poníamos un pizco del ramo delante de la tronada”.
La canción de nuestras abuelas era la de “a coger el trébole, el trébole... la noche de San Juan” y no solo era el trébol, aunque tuviera cuatro hojas lo que se recogía, sino otras muchas plantas. Algo debe de tener esa noche, cuando la magia se ha fijado tan insistentemente en ella.
"Sanjuanetas"
Por el Sobrarbe, recogían pétalos de rosa, los cosían con un hilo formando ristras y las dejaban secar. Luego, su infusión se utilizaba para lavar los ojos enfermos.
En la Plana de Huesca, las malvas eran buenas para descomposición de vientre. En Siétamo cogían cardo santo y lo colgaban en las cuadras para que las caballerías no se “atorzonasen” (cólico de las caballerías). En Ansó, el sauco, que luego resultaba medicina para toda clase de fizaduras (picaduras), se quemaba y se ahumaban las heridas: “si fizaba un bicho, quemaban ese “sabuco” y afumaban la fizadura”.
Sí, algo tiene la noche de San Juan… En todo el pirineo, afirman que la “fe leguera”, es decir, el helecho, florece precisamente en San Juan, grana y se le cae la semilla, todo dentro de la misma noche.
Ni que decir, que todos sabemos que el helecho se reproduce por esporas, y lo extraordinario es que esa noche aseguren que florece.
En Laspaúles van más lejos: entre un toque y otro de las doce de la noche había que ir con una manta de lana, plegada en siete dobleces, a donde hubiera helechos; colocaban la manta debajo de ellos, que florecían y granaban precisamente a esa hora, y se recogían las semillas que caían en la manta porque luego se convertían en oro, con lo que la casa se enriquecía. ¿Será por eso que Laspaúles es un pueblo rico?
"Ruda"
Desde luego, la ruda, la mejor defensa contra las brujas desde tiempo inmemorial, había que recogerla también en esa noche para que tuviese plena virtud: así se hacía en el Sobrarbe y en toda la zona oriental alto aragonesa.
En muchos lugares dicen que es la noche ideal para plantar las esquerolas.
En Verí se cogían nueces verdes y se ponían con vino bueno. Así es como elaboraban el licor que ellos llaman “bi de nou”. En Camporrells recogían hojas de nogal para hacer un agua que luego se utilizaba para lavar heridas.
No acertamos a relacionar la influencia de las nueces con la Sanjuanada, pero así, ciertamente, lo veían nuestros mayores. En Gistaín me aseguraban que los enfermos de bocio tenían que ir a una noguera y coger tres nueces con la boca (“una rameta que tuviera tres cogollos”).
Con eso se les curaba el mal y en comarcas tan diferentes como la Ribera del Bajo Cinca y la Sierra de Guara, existía otra costumbre: en la noche mágica se ataba un fencejo mojado en la cruz de las nogueras y con eso las nueces no se cucaban y salían mejores. En Colungo se sigue haciendo en nuestros días.
Me lo contaron concretamente en Villacarli, en la Ribagorza. La noche de San Juan, a las doce, se ven unas lucetas por los prados. Son preciosas. Y dicen que las produce la “hierba sanjuanera”, como llaman ellos a una planta que no he podido identificar.
Hemos visto, pues, que el mundo de las plantas adquiere un don especial con la noche de San Juan. Pero quedan más cosas. Habrá que hablar, por ejemplo, de las verrugas como manifestación espectacular.
La señora Pedra, de Colungo, que sabe lo suyo de hierbas y esas cosas, me decía: “En la noche de San Juan hay que levantarse antes de salir el sol. Se cuentan las verrugas que uno tiene y se dice: "arrugas tengo, arrugas dejo", tantas veces como verrugas se tienen”. Desaparecen rapidísimamente.
Pero dejo el tema para otro día, pues son muchas las variantes que se utilizaban para las curaciones…

jueves, 16 de junio de 2011

La noche de San Juan

Que la noche de San Juan, el 24 de junio, en pleno solsticio de verano está llena de magia, nadie lo ha dudado nunca, ni las culturas pasadas ni las gentes actuales. También en Aragón, como en todas partes, se encienden hogueras: unas veces comunales, otras de un barrio, otras, en fin, más discretas, en el jardín, el huerto o la era de la casa. Se canta, se bebe, se salta por encima del fuego como reminiscencia de dances antiquísimos. En el valle de Xistau tienen carácter de celebración comunal.
En Gistaín, al oscurecer del día 23, un hombre de cada casa tenía que subir a la “Planeta de la Falla”, a donde el alcalde hacía el llamamiento, de modo que los ausentes tenían que pagar una multa. Después de encender una gran hoguera, cada uno de los asistentes encendía en ella su antorcha y bajaba al pueblo para llevar la llama a su casa.
En Plan, la bajada tenía carácter de competición, siendo ganador el primero que llegaba al pueblo. El recorrido de San Juan de Plan era desde el camino de San Mamés hasta el cementerio, y el primero que llegaba con la tea encendida recibía un premio.
"Rueda de Santa Catalina"
Al vencedor le entregaban unas alpargatas nuevas haciendo referencia, según comentan en el pueblo, a que llegaba con las alpargatas gastadas por su carrera para informar que la búsqueda de San Juan por el bosque había sido infructuosa. Según creencia popular, al salir el sol, en el día de San Juan, se ve la “Rueda se Santa Catalina”.
En el valle de Benasque, muchos pueblos tienen lugares expresos para encender las fogatas.
Les dan el nombre de foros y así dicen el Foro de Eriste, el Foro de Vilanova, etc.
Normalmente, hacían dos foros, que eran montones de “archelaga”, fajos de paja de centeno sin trillar, o en teas untadas de resina, clavados en un palo. Tenía que aderezarlos el último hombre del pueblo que se había casado. Luego, se encendían por la noche: eran las fallas. Lo chicos subían con una vela para encenderla en la falla y bajaban a apagarla en la plaza. El alcalde daba trago de vino. La ceniza que queda de la hoguera de San Juan, hay que guardarla para esparcirla por los campos y evitarles de esa manera las granizadas.

En muchos lugares, celebraban la Sanjuanada y la Santiagada (un mes después) con ritos idénticos, esencialmente las hogueras. Las encendían en las afueras y existía verdadera emulación en fuego, alboroto y alegría.
Para las segundas, el grito se ve que era “¡San Chorche y al trago!”. Esta hogueras, darían protección a los lugares, hasta el próximo solsticio de verano.
El mismo papel de protección consigue el Ramo de San Juan, extendido por todo Aragón. Se hacía con siete hierbas cogidas en esa noche (malva, sauco, rosas, espliego, tomillo, hierbabuena, romero…). Al día siguiente se llevaba a la iglesia a bendecid. Luego, se guardaba en casa y cuando había tronada se echaban yerbas del ramo al fuego. Además, sus infusiones eran valiosas para muchas enfermedades, especialmente de los animales. Esto de la recogida de hierbas suponía un ímprobo trabajo. Las hierbas medicinales tienen mayor virtud si están recogidas precisamente en la sanjuanada. Si se lleva un ramico de “gabarrera” (rosal silvestre, “tapaculos”) cuando hay tormenta, aseguran en Sahún, no hacen nada las centellas de la tronada porque la Virgen está debajo de una “gabarrera”.
En Tamarite cogían esa noche manzanetas de San Juan, con las que hacían un agua que valía para todo. En Camporrells, recogían hojas de nogal: su agua se empleaba para heridas y contusiones. En Plan, sobre todo, té y tila, que esa noche tenían mayor virtud.

miércoles, 15 de junio de 2011

Solsticio de verano “Hadas, moras, encantarias…”

La festividad del solsticio estival o de San Juan evangelista –la popular sanchuanada- era enteramente mágica en todos los confines de la tierra. Nuestros antepasados reflexionarían sobre ese apogeo del sol y su paulatino amortamiento y su pérdida de fuerza, que conlleva al acortamiento del día y de la luz.
Los paganos rendían culto a la luz mediante fuegos que ayudaran a que no desapareciera el día, y a los dioses de las aguas y los representan físicamente en las ninfas acuáticas y en las náyades, que eran espíritus femeninos. En general todos los elementos directamente relacionados con la procreación y las fuerzas vivificadoras se atribuían a las mujeres.
Los romanos reverenciaban a las fuentes porque consideraban que poseían propiedades curativas. Esa mentalidad se trasfirió a todas las culturas de la tierra.
La iglesia cristiana mimetizó esos rituales y creencias precedentes, superponiéndole cultos afines y la advocación de san Juan Bautista, cuyo bautismo del Señor lo vinculaba estrechamente con las aguas.
La sanjuanada era una fecha en la que se caracterizaba sobremanera el predominio de lo mágico y lo sobrenatural y en la que se manifestaban, apareciendo sus cuerpos, esos personajes femeninos acuáticos, como las moras de los ibones, esas ninfas de las aguas, o esas sugerentes damas de largas melenas que en las inmediaciones de la Peña Foradada se aparecían a los sallentinos, en esta fecha crucial del estío.
Mallos de Riglos
La hilandera de Riglos, que fueron por ella construidos los Mallos, y dicen que la giganta bruja se aparece una vez al año, en la Nuei de Sanchuan (Noche de San Juan). Surge desde las alturas, se sienta sobre uno de los mallos, O Pisón, y desde allí, peina sus cabellos blancos mojando su peine en las aguas del río Gállego. Otros aseguran que apoya un pie en Peñarrueba de Murillo y el otro en Riglos, y se inclina sobre el río que queda en medio para remojar el lino con el que hila.
En la Bal de Chistau, una leyenda existe de que en la noche de San Juan y en el ibón de la “Basa de la Mora”, emerge sobre las aguas del ibón la figura de una mora que comienza a bailar al mismo tiempo que se mueven serpientes enroscadas por su cuerpo adornado con brillantes joyas.
¿Cómo llegó esta mora hasta este lugar?
Se supone que es el espíritu de una mujer musulmana que se perdió en estas montañas huyendo de las violentas luchas entre moros y cristianos, y su espectro quedó preso en este ibón, aunque no todo el mundo lo puede ver. Únicamente las personas buenas y sin pecados disfrutan con esta visión, cuya creencia es tal que incluso da nombre al ibón, ya que en la zona se le conoce como “Basa de la Mora”.
Cada vez van quedando menos hadas, si hacemos caso a lo que siempre escuchaba de chico. Cuando un niño o niña no cree en ellas, cae una muerta.
Unos dicen que provienen de ángeles rebeldes, otros de los ángeles neutrales. Y otros creen que son almas de niños muertos. También existe la creencia de que si un humano encuentra un hada y se casa con ella, conseguirá inmortalizar su alma.
Normalmente en la mitología de todos los países europeos, las hadas las clasifican en cuatro grupos: las hadas de los mares (sirenas), de los ríos y cuevas (lamias), de las fuentes (ninfas) y de los bosques. Pero en Aragón siempre nos aparecen personajes que no están recogidos en otras mitologías. ¡Esta tierra nuestra! Nosotros añadimos un quinto grupo: Las hadas encantadas o encantarias.
En Aragón abundan las moricas o princesas moras, que en algunos lugares reciben el nombre de “encantarias”, y hasta un topónimo “La Melusa”, que lo encontramos en la actualidad en una finca perteneciente a la Confederación Hidrográfica del Ebro, dentro del municipio de Tamarite, que tiene relación con la famosa hada Melusina.
Pero por lo general, reciben el nombre de “encantarias”. En el pasado fueron seres humanos, que en virtud de alguna maldición adquirieron ese estado y, por tanto, pueden ser liberadas de su encantamiento. Desencantarlas no es nada fácil porque, a veces, están guardadas por alguna serpiente o dragón. Y en ocasiones, la “encantaria”, adopta la forma de serpiente.
Una característica común de nuestras hadas o “encantarias”, es que se ocupan en lavar madejas de lana cuyos hilos parecen ser de oro e hilan dichas madejas con una rueca de oro. Cuidan ganado, sobre todo toros y vacas, así como gallinas y pollos que, al menos, tejen sobre ellos un aspecto áureo. Les gusta danzar a corro, agarradas de la mano y dándose la espalda.
No se debe perturbar las danzas, el juego o el baño de estas hadas, aunque su reacción no es siempre la misma. Los humanos en caso de entrar en su mundo no debían participar en sus danzas ya que podían terminar siendo sus esclavos.
Muchos testimonios encontramos de testigos, cuando buscamos contactos de nuestras gentes con estas “encantarias”:
Basa de la Mora
Así tengo en mis notas de un ganadero de casa Farré de Bonansa, que se las encontró en la noche de San Juan junto a la ermita de Aras. Estaban bailando, sus danzas embelesaban, la música sobrecogía. Una de ellas le invitó a bailar. Al finalizar el baile y antes de desaparecer todo aquel mundo de magia y embrujo de sus ojos, la “encantaria” le reveló que era la reina de todas ellas. El hombre no olvidaría en su vida aquella noche.
Para poder verlas, hay que acudir la noche de San Juan a determinados lugares. Esa noche las encantarias iban al río a hacer la colada, después la extendían y, mientras se secaba, iniciaban sus juegos y danzas.
Si alguien conseguía robar una de las piezas de la colada de las “encantarias” haría fortuna.
El caso más mencionado por la Ribagorza, es el de casa Francés de Castanesa. Un joven de esta casa, montado a caballo, consiguió de forma rápida robar algunas toallas a las “encantarias”. Estas, cuando se dieron cuenta ya no pudieron evitarlo, pero una de ellas le echó la maldición:
“Franceset, Franceset,
pobre no serás más,
rico si que te farás,
pero con suco de pirina no amortaras”
Y la maldición se cumplió. La casa se convirtió en una de las más ricas del valle, pero unos años después nuestro héroe moriría de forma trágica en el Isábena. Como le había dicho la “encantaria”, su muerte no sería en la vejez bien cuidado en la cama y con el caldo de gallina.
Pero he comenzado a contaros lo que en Aragón significaba la Noche de San Chuan, y haber si puedo contaros algunas de las leyendas, tradiciones y costumbres que nuestros antepasados contaban de la más larga noche del año.


lunes, 13 de junio de 2011

La sal

Los recuerdos que parece que ya tienes olvidados, te traen temas para comentar en estas charlas. Son recuerdos muy lejanos de mi infancia, esa infancia que te iba enriqueciendo con pequeñeces de la vida ordinaria y que inconscientemente organizaba tu cultura y mentalidad aragonesa.
No es nada del otro mundo. Sencillamente estaba en casa de unos amigos, de tertulia, cuando llamaron a la puerta. Era una vecina que venía con una tacica en la mano y le pedía a la abuela que le prestase un poco de sal. Ella lo izo de mil amores y la otra le dio las gracias asegurándole: “Ya se la devolveré”.
La abuela reaccionó inmediatamente: “Espero que no se te ocurra tal cosa. Ya no te volvería a hacer ningún otro favor”. Esto es lo que me trajo a la memoria escenas similares de cuando yo era crío. La sal tiene un significado mágico en nuestro Aragón. Jamás debe devolverse. Se devuelve todo, las patatas, una cabeza de ajos… todo, menos la sal; esto haría daño a quien la presto.
En nuestra mitología, hay que tener cuidado porque toda la virtud maravillosa de la sal, que es mucha, puede convertirse en algo terrible. Por ejemplo, los pastores saben que si a la sal le da la luz de la luna, se aluna, y si el ganado se la come, se muere. Por eso, cuando vayáis al monte, si a la entrada de la caseta de un pastor observáis una piedra salera tapada con un trozo de arpillera, dejadla como está. Probablemente esa noche habrá luna llena y el pastor ha tomado sus precauciones.
Esas piedras se llaman saleras o salegas, y se utilizan sencillamente para que el ganado vaya a lamer allí la sal antes de abrevarse en determinados días. Y no sé por que digo “sencillamente” con tanta tranquilidad ya que la sal ha tenido en todas las culturas una importancia definitiva y no iba a ser menos en nuestra tierra, que tiene una tradición como pocas en todo lo referente  a la sal.
 ¡Usos mágicos!... Por muchas partes de nuestro pirineo se utilizaba para evitar el embarazo de las mujeres. Tenían que comerse un almud (¡quilo y medio!) de sal nueve días seguidos. La mujer quedaba estéril, pero –me decían- era muy peligroso.
Se utilizaba una bolseta de sal contra el mareo, y mejor si no se sabía que se llevaba encima.
Las propiedades mágicas de la sal, son muy numerosas. Cuando las predicciones del tiempo no existían como ahora, ya teníamos en Aragón nuestro propio calendario para predecirlo. La sal estaba presente. Había que hacerlo el día de los Inocentes y la técnica era la siguiente: Se ponen a la brasa doce cascos de cebolla numerados y representando cada uno de ellos un mes del año. En cada casco de cebolla se echa un pizco de sal y se espera. En algunos de los recipientes bulbosos la sal se licuará y en otros quedará seca. La sal seca quiere decir que ese mes será seco; la sal echa agua, mes lluvioso.
Hay que tomar en serio la sal. Si se derrama encima de la mesa es señal de alegría, pero no sobre el suelo, por que pisarla es de mal agüero.
Mezclada con otras sustancias tiene infinidad de aplicaciones para remedios caseros. Las picaduras de araña se tratan dando friegas de vinagre y sal con un trapo de hilo blanco, dos veces al día (Belarra)
Para saber si hay rotura de hueso se pone miel y sal a partes iguales en donde se cree que está la rotura. Si se seca hay rotura, si no se seca, no la hay. (Calmosa)
Para destetar a los bebes se unta el pezón con miel y sal, mucha sal.
Para que recobren fuerza los tendones que están en contacto con un hueso que estuvo roto, se baña ese trozo con agua de cocer patas de cordero y sal disuelta (Sallent). La lista sería larguísima.
Entre la cantidad de remedios caseros que hay con la sal, hay uno en el que se emplea sola. Es para curar las verrugas; se cuentan y se echan al fuego tantos pellizcos de sal como verrugas se tiene. Pero luego hay que echar a correr de manera que no se oiga el chisporroteo de la sal al quemarse.
También contra las brujas, la sal era una fuerte protección. El colocar unos platicos con sal formando una cruz en distintos sitios de la casa, era suficiente para que estas no permanecieran en ella y tuvieran que marcharse.
También en el portal de la casa a la hora de cerrarla por la noche, se volcaba un pozal de agua con sal. Esto evitaba su entrada en la casa.
Para todo se empleaba. Los críos nos echábamos sal en las heridas para que se chupara la sangre. ¡Que tiempos! Ahora un crío se pega un tozolón y lo llevamos a urgencias, le inyectamos la antitetánica y si hace falta se le pone un gotero. Antes la abuela te ponía una cortecita de calabaza en el chichón, te limpiaba los mocos con el delantal, te daba un beso… y a por otro.

martes, 7 de junio de 2011

Primeros vicios “El tabaco”

Hoy a mis sesenta y muchos años, tengo el paquete de tabaco en la mano que te advierte en una cara: “Fumar perjudica gravemente su salud y la de los que están a su alrededor”. En el reverso de la cajetilla otra advertencia no menos atemorizadora: “Fumar puede ser causa de una muerte lenta y dolorosa”.
Soy de los que nacieron en la “cultura del tabaco” y estas advertencias me hubieran gustado cuando yo era un crío, cuando en la escuela el maestro fumaba mientras impartía las clases o el médico te recibía con el cigarro en la boca para aconsejarte que no fumaras pues tenías los bronquios muy cargados.
Mis recuerdos marchan a mi niñez y os contaré:
De todos los personajes que nos endulzaban la vida de pequeños, el preferido era la “mujereta”. No sé por qué siempre eran abuelicas y no abuelicos. Sus carricos eran alucinantes y tenían más mercancía que unos grandes almacenes.
Realmente te embargaba la duda y la emoción cuando te parabas delante de ellos y empezabas a calcular estrujando tu realico bien prieto con la mano en el bolsillo, y se te llenaba la boca de agua pensando en el festín que te ibas a dar.
Allí había cacahuetes, almendras saladas, regaliz de palo, chocolate regaliz (así se llamaba la barrita negra de regaliz artificial), caramelos, chupones, martillotes, chufas secas, chufas en agua, chocolatinas, pilongas, piñones, peladillas, lágrimas, judietas, qué sé yo.
En nuestro tiempo no había pipas por que Mr. Marshall todavía no nos había obsequiado con el girasol, y mi generación jamás las ha sabido comer porque se ponen a descarcarrillarlas una a una con paciencia benedictina y al final se aburren. No había pipas; pero el carrico tenía otras cosas más tentadoras: mixtos de cazoleta, bengalas, cromos, gafas de cartón con el cristal de celofán rojo, verde, azul…, reinaderas, pitos roñas (de barro), pitos güenos (de piedra), molinillos de papel, pitillos de manzanilla…
Nuestros primeros estancos fueron los carritos, una vez superada la etapa de la pitiquera o las barbas del panizo.
Las mujeretas tenían cigarros de manzanilla. ¡Y como sabían a cuerno quemado! Te picaba la lengua de mala manera, pero, ¡hala!, tú a chupar una calada detrás de otra y a ensayar cómo sacar el humo por la nariz (que aún era peor).
Cuando ya nos apuntaba un poquico de vello sobre el labio superior, la mujereta te vendía tabaco de verdad. No sé, era fama que si te untabas el bigote con corteza de tocino, te crecía antes.
Por un real te aprovisionabas en el carrito; un librillo del 1, una perrica, una caja de mixtos, otra perrica, un paquete de “mataquintos”, quince céntimos; total un real.
Es verdad que aquel papel no tenía goma y mientras fumabas tenías que pasar la lengua continuamente por el pitillo para que no se deshiciera, con lo que tiraba mucho peor.
Había que vaciar el picado de los pitillos para liarlos después quitando unas trancas impresionantes. Al principio las ibas quitando sobre la palma de la mano, pero luego caías en la cuenta de que si “esporgabas” mucho te quedabas sin nada.
En honor suyo, hay que decir que era un tabaco muy honrado y si te parabas de fumar, él se paraba de arder, no como los cigarrillos modernos que, como te descuides, se te los fuma el cenicero.
Cada cigarrillo de entonces se te podía llevar diez o doce cerillas; por eso era mejor fumar en pandilla para encender en el cigarro de otro. Implicaban en cambio un serio peligro con las brasas que iba soltando y que más de una vez chamuscabas la ropa. Pero, en fin, entonces, los chavales nos sentíamos mayores con el pitillo en la mano o en la boca y empezabas a fumar aun a sabiendas de que ibas a marearte.
Toda una vida acompañado del tabaco y ahora me siento como un apestado y fumando poco menos que a escondidas. Para los que rebasamos ya más del medio siglo, solo desearía que no nos miraran como se nos mira.
Que los pequeños o grandes vicios, nos dejen que seamos nosotros los que decidamos que hacer con ellos.
Recuerdo aquel médico de mi lugar ante la insistencia de nuera para que prohibiera el tabaco al abuelo:
-¿Que años tiene?
-Setenta nos ha hecho.
-Pues con esos años, dejarle que fume, que beba, que coma, que…
Ese médico sabía lo que era hacer feliz a una persona…