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lunes, 13 de febrero de 2012

Las brujas (protecciones)

El día 29 de enero en este blog, (Brujería “Mal de ojo”), había dejado a mi abuela haciendo los últimos exorcismos del día. Era indefectible y todas las noches. Primero retiraba los tizones y catizos hacia atrás, hacia la tizonera; luego apilaba todo el rescoldo -el "calibo"- y lo cubría con ceniza para que se conservara hasta la mañana siguiente, con lo que se ahorraría un misto. Y luego- y aquí está el exorcismo- trazaba una cruz sobre la ceniza en la badileta: es decir, "santiguaba el calibo". Si se temía algo especial (alguna aparición, alguna tronada) dejaba la badila y las tenazas cruzadas encima del rescoldo o bien sólo las tenazas pero abiertas del todo, formando una cruz.
La costumbre de santiguar el fogón también se extendía a otras cosas, sobre todo al pan. Antes de empezar un pan, con la misma punta del cuchillo se trazaba una cruz sobre él.
Esta costumbre, extendidísima por todo Aragón, era hasta proverbial. Recuerdo haber oído en muchos lugares esta expresión: "Era una casa fuerte: se hacían hasta ocho cruces a la semana", es decir se empezaban ocho panes. Era uno de los baremos para medir la riqueza de la casa; eso y "los pares de mulas" que tenían.
El pan, está claro, era sagrado. Si se te caía un trozo al suelo, lo cogías y lo besabas. No se podía dejar boca arriba, es decir con la parte redondeada apoyada sobre la mesa, porque sufría la Virgen.
Pero estaba hablando de la protección contra las brujas. Las ventanas no parecían ser lugar apetecible para ellas. Sólo las vi defender cuando había tormentas con pedrisco. Existía la creencia de que eran las brujas quienes provocaban las tempestades y dirigían los rayos.
Pero estoy comentando las faenas de la abuela y dejaré para otra ocasión las tronadas. Hay mucho que contar de ellas.
Cuando había tormentas también encendíamos las velas de la Candelaria o algunas que hubieran estado ardiendo en el Monumento del Jueves Santo.
Lo que también se protegía a conciencia en las casas era la puerta de entrada. En el pueblo había muchos amuletos por las puertas y todavía pueden verse en la mayoría de los pueblos de la montaña. Lo que pasa es que a veces, la gente no conoce exactamente su papel y creen que están como adornos o como trofeos de caza.
"Gardincha" en una casa de Guaso (Sobrarbe)
Foto cedida por Carlos Ibán
Los más abundantes son una pata de jabalí o de crapa clavada en la madera. En otras prefieren colgar una garra de ave rapaz -águila, búho, azor, gavilán, etc.
Por supuesto, también se coloca una herradura. Dicen que la herradura defiende muy bien porque un herrero engañó al Diablo.
En algunas puertas se pueden ver unas flores de gardinchas (cardos), imagen muy clara del sol, que se opone fuertemente a la brujería.
Aunque el más curioso amuleto que podréis observar son unas mazorcas de maíz colgadas en la puerta. Cuando la bruja llega a la casa, antes de entrar en ella tiene que contar todos los granos de las panochas.
Eso es complicadísimo y más siendo de noche. La bruja se equivoca, se pone nerviosa, pierde la cuenta y tiene que volver a empezar... al final se aburre, se desespera y se marcha a otra casa.
Esto de contar y liarse lo encontramos también en el sur de Francia, en el valle de Aspe. Para defender al niño recién nacido lo acostaban en un cedazo y la bruja debía contar nueve veces los agujeros del cedazo. No lo conseguía jamás antes del canto del gallo que la hacía huir.
Otras "esconjuraciones" curiosas que he podido recoger:
En Fraga, para proteger la casa colocan nueve piedras en forma de cruz dentro de un cubo con agua, en la puerta de la casa.
Antiguamente se ponían velas encendidas cabeza abajo. Para la gente esto les suponía tranquilidad respecto a las brujas y sus conjuros.
Para sacar el mal y las brujas de la casa, se tenía que brasear en una cazuela de barro, ruda, lavanda o romero. Todas estas hierbas se tenían que recoger al amanecer o al anochecer. Cuando las plantas ya estaban braseadas se tenía que ir por la casa andando hacia atrás. De esta manera las brujas no actuaban.
Se frotaban los gatos que se consideraban brujos con sal para sacarles los malos espíritus. Se ponía sal debajo de la cama para sacar de allí a las brujas. Todos estos remedios están documentados en Escuer.
No eran ésas las únicas defensas de la casa. Una ramita de ruda era además un remedio fabuloso. Ya lo dice el refrán, "con aceite y ruda, no entrarás mala bruja".
¿Porqué tantas protecciones? Os contaré otro día lo que ocurría si no se hacían. Entramos en unos temas, en los que alguno se asuste, pero, amigos son nuestras tradiciones y me propongo pasaros lo que tengo recogido.

1 comentario:

  1. Muy buena entrada. Me gusta pasarme por estos lares. Siempre se aprende alguna curiosidad.
    Un saludo.

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