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lunes, 22 de septiembre de 2014

¿Curanderos? Un remedio: la saliva.

La saliva, como uno de los ingredientes personales de un hombre (dicen que ahora se puede identificar a una persona por la composición de su saliva igual que por sus huellas dactilares), era una de las grandes medicinas empleadas por nuestros antiguos curanderos, que tampoco podía ser cualquiera, sino que tendría que tener algún “don” o “gracia”.
Ser séptimo hermano y todos del mismo sexo, nacer en el solsticio de invierno, viernes santo, la santa cruz…
 Ya comentamos de un curandero que bendecía sus medallas-remedio con agua bendita y su saliva.
Como ejemplo, me vienen a la memoria, dos curanderos de Arén. Hacían todo tipo de curaciones: “nerbos acaballaus”, dolores de cabeza, “torzones”, fiebres de cualquier especie y, naturalmente, eran especialistas en los huesos. No había dislocación que se les resistiera.
Y lo curioso es que el tratamiento lo solían llevar al alimón. Indistintamente empezaba uno la curación, la proseguía el otro sin ningún orden determinado, como si quisieran compartir la responsabilidad de la cura y la gloria del éxito.
Ellos aseguraban que tenían “don”, aunque ignoro la razón de tenerlo. Y se manifestaba en los poderes mágicos que ambos poseían en la saliva. El último toque en cualquier dolencia era con esa segregación suya, a no ser que la rebeldía del mal exigiese más aplicaciones de saliva de uno o de los dos.
Por ejemplo se presentaba uno a (vamos a llamarlo Paco), para que le atendiese de un hombro descoyuntado a consecuencia de una caída o de un mal gesto cargando talegas. Paco lo examinaba despacio, luego, lo cogía por la muñeca y con un tirón brusco que hacía lanzar al herido un grito desgarrador, le levantaba el brazo hasta arriba del todo. El paciente sudaba frío y casi se le escapaban las lágrimas de los ojos.
-Bueno, mira. Ahora te estás quieto, sentado, toda la tarde y antes de cenar te pasas por casa de (lo llamaremos Jacinto).
Jacinto le masajeaba el hombro por delante y por detrás y luego le colocaba un vendaje para inmovilizarlo lo más posible y lo mandaba a la cama:
-Y mañana vete a ver a Paco para que te quite el vendaje.
Paco le levantaba la cura, le masajeaba la parte dolorida y lo remitía para el día siguiente a su compañero. El último que lo atendía –y esta era la señal de curación completa- untaba con saliva al paciente ya repuesto.
 
Como se ve, con razón los llamaban “los curanderos de Arén.
Cuando se presentaba un parto difícil, un remedio que decían era infalible, era el llamar a un curandero o curandera, para untar con saliva el vientre de la parturienta.
Pero os cuento de otra curandera, que dicen que además era bruja: María de Gregorier. Ella misma confirmaba que era bruja y que su saliva era bálsamo. Y por lo que se ve, estos bálsamos naturales resultaban una panacea universal que hubieran envidiado los médicos medievales que andaban con la triaca magna. María lo curaba todo y según cuentan no lo debía hacer mal.
Era de Cortillas y por el pueblo apareció un carrilano de la tierra baja y en tertulia nocturna, en la cadiera de la casa donde se hospedaba oyó hablar de la curandera y lo tomó a broma, burlándose de la credulidad de los montañeses. Ellos le advirtieron que debía tener cuidado al hablar así de ella, porque podía tomar represalias contra su persona.
El caso es que a la hora de irse a acostar, y probablemente porque el candil no alumbraba suficientemente, el carrilano dio un traspiés en las escaleras de la cuadra, y a consecuencia del traspiés se torció el tobillo.
Lo atribuyeron a castigo de la curandera bruja.
La María se presentó en casa y, puesta en antecedentes de todo, quizás por marcarse un farol reivindicó la torcedura como obra suya y prodigando sonrisas de victoria empezó a friccionarle el pie. Lo estuvo trabajando un buen rato y todos contemplaban la escena, divertidos y socarrones.
-Bueno, ahora apoye el pie con cuidado… eso es: se lo he dejado nuevo (y le golpeaba con fuerza) y aprenda a no reírse de María de Gregorier.
El carrilano asintió, o mejor, corrigió:
-Bien; pues ahora ya sé que de bruja y adivinadora no tienes nada. A ver si tienes algo de curandera y me arreglas este otro pie que es el que está lastimado, ya que hasta ahora te he presentado el bueno…


sábado, 13 de septiembre de 2014

Chistes “hechos” de nuestros mayores

Nuestros aragoneses en los chistes hechos, la gracia consiste, en buena parte, en que no se pretende hacer gracia. Es que salen así, con una espontaneidad total y con toda una lógica contundente, como la de aquel agüerano que salía de la taberna un tantico bebido y marchaba a casa como podía, el pobre. Entre traspiés y traspiés le oyeron murmurar: “-Chen no en beigo, aire non fa, pus ¿Quién m´empuxa?”.
Y hablando de Agüero y de agüerano, bueno será recordar aquí uno de sus pregones que le hicieron famoso. Unos amigos míos lo escucharon y se fueron detrás del pregonero hasta que se lo aprendieron de memoria. De esta manera llegó a mis oídos:
“D´orden d´o Chirau chiqué fago saber: que to´l que tienga cans y canas, que las encarcabille, que n´habido una zarzallota en a puerta d´o Chirau chiqué, que si ye en a puerta d´o Chirau gran, se suspende a fiesta”.
Y aquí va la traducción para los menos versados: De orden del segundo alcalde hago saber: que todo el que tenga perros y perras, que les ponga un bozal, por que ha habido una riña de perros en la puerta del segundo alcalde, que si llega a ser en la puerta del Alcalde Mayor se suspende la fiesta.
No estoy seguro de la autenticidad de esta otra anécdota, pero dicen que uno de la montaña bajó a Barbastro, al dentista. Ante la pregunta del doctor “¿Qué muela le duele?” contestó nuestro montañés:
-Según s´entra, la tercera a mano cucha.
Y hablando de visitas a médicos, me viene a la memoria, la mazada de Peper de Las Almunias. Le dolía bastante un ojo desde hacía tiempo y por fin se decidió a que lo visitara un médico. Se pegó toda la tarde esperando su turno sentado en una silla, y por fin le tocó a él. Estaba tranquilo, pues la verdad es que el aplomo y el sentido del humor no lo perdió nunca.
-Buenas tardes. Que venía a que me mirase este ojo.
El oculista lo examinó detenidamente y con aire de preocupación comento:
-¡Oy! Este ojo lo tiene usted perdido.
-Pues si lo tengo perdido, por aquí tiene que estar, que no m´hi movido de aquí en toda la tarde.
Todo un chiste era también el gaitero de Santa Eulalia la mayor, que murió hace ya muchos años. Y decimos de Santa Eulalia la mayor, por que si fuera la pequeña no sería gaitero sino trompetero, conforme al dicho “En Santolarieta tocan la trompeta”. De todas formas, al Gaitero de Santolaria no es fácil que se le oyera tocar la gaita, pues el apodo le venía de cuando tenía quince años y se fabricaba sus propios instrumentos. Luego, lo suyo era la bandurria, el clarinete, el violín y… la dalla. Y todos los tocaba de oído (menos la dalla, claro).
Charlista divertidísimo, contaba las historietas de todos los pueblos con alguna de su cosecha. Así te enterabas que en Loscertales el alguacil había cazado un pinchán y pidió permiso al alcalde para hacer una lifara para todo el pueblo. Metieron el pajarico en un caldero. Como la cantidad de carne era tan exigua que el bicho flotaba en solitario por arriba, el alcalde mandó que mojaran todos pan en el agua y él se comió el pinchán.
Aunque lo bueno debía ser oírlo tocar y con una potencia capaz de enderezar un bombardino. Sólo que lo que tocaba era el clarinete que ya estaba enderezado. Los comentarios unánimes, aún hoy eran: “Subía por Nocito tocando o clarinete y dende Isarre ya se sentía”.
Esto me recuerda otra historia de la montaña, esta vez del Moncayo. Sabemos que en Añón hacían concursos de charangas musicales de todos los lugares de alrededor. El pueblo está en lo alto. El jurado se ponía en el cobalto de la carretera y las charangas subían tocando cuesta arriba. La banda que se oía desde más lejos era la ganadora.
 
Hablando de chistes hechos, recuerdo a dos hermanos de Rodellar. Se les había muerto una mula y tenían que labrar. ¿Cómo iban a llevar el aladro con una mula sola? La solución fue luminosa: uno de los hermanos se uncía con el macho que les quedaba y el otro llevaba la esteva. Tenía que ser divertido verlos así por la güebras. Y mejor aún oírlos en plena faena:
-“¡Pasallá, carbonero…! ¡Y tú Valentín, ya sabes!
Recuerdo aquel montañés que soltó la mazada sin pensar en las consecuencias de ella, solo por que cuando se nos ocurre una cosa, la soltamos sin pensar en si pueda molestar. Viene esto a cuento, por que este hombre observaba una hermosa nevada y al ver al mosen con la sotana en medio de ella, le debía parecer como una mosca en un vaso de leche. Sin medir las palabras, le espetó:
-“¡Mosen, gúen diya pa cazar curas!”.
Una salida que bien la hubiera firmado “Puchaman de Lobarre”. Este fue famoso por toda la redolada y tendríamos muchas horas para contar historias de él. Solo os cuento hoy una anécdota de él, que realmente me conmovió cuando me la contaron.
Aquella mañana había bajado a Huesca y a la hora de almorzar decidió que lo tenía que hacer a conciencia, aunque en su pochón no tintinearan más que dos reales. Por ese precio nada mejor que la desaparecida posada “Escusacenas”. En la calle Peligros, estaba la famosa posada.
No había demasiado trajín a aquellas horas tempranas y la dueña lo pasó a la cocina como persona de confianza. El pidió, como hacía otras veces, un par de huevos fritos y se dispuso a almorzar como Dios manda.
También en la cocina, y todavía a medio vestir, estaba el pequeñín de la familia (el caganiedos, como decimos en aragonés), un niñé de unos dos años que no perdía detalle de todo lo que allí pasaba, aunque sin hacer ningún comentario, que todavía no hablaba.
Frió los huevos la dueña. Bajó la mesa de la cadiera sujeta con una aldaba, colocó un hule a cuadros azules, restregó un trapo encima y sirvió el plato con los cubiertos y el pan. Mocó al crio con la punta del delantal, cogió el porrón y marchó con él a la bodega.
La rapidez de reflejos de Puchamán hizo el resto. Se comió los dos huevos en menos tiempo que tardo yo en contarlo y con lo último que le quedaba en el plato untó los morricos del pequeñajo y fingió que marchaba momentáneamente a la cuadra, procurando volver a la cocina al mismo tiempo que lo hacía la dueña con el porrón.
Al entrar los dos, la escena hablaba por si sola. El plato estaba vacío y la boquica del nene embadurnada de amarillo. La indignación de la madre fue instantanea y además justificadísima. Dio una zotaina al crío, que no entendía nada de lo que estaba pasando y a continuación preparó otro par de huevos al comensal que se los comió como si tal cosa.


lunes, 8 de septiembre de 2014

La manera de hacerse bruja o brujo

Cuando repaso las anotaciones en la libreta de mi infancia, se me mezclan los recuerdos y trato de memorizar aquellas charradas…
Las brujas, muchas veces eran las conversaciones que llenaban las largas veladas de invierno en nuestras cadieras. Las más de las veces se orientaban hacia el poder de sugestión que siempre han tenido las mujeres por sus encantos naturales y además por sus malas artes. No todos estaban de acuerdo, claro. Aunque las mujeres que participaban en las charradas, eran las que más se afirmaban en estas aseveraciones.
 Además a las brujas siempre las habían pintado como viejas legañosas y de mirada torva. Con eso se descartaba que las mocetas fueran brujas hasta dentro de muchos años...
-Pues yo siempre he oído decir que las brujas eran jóvenes y muy guapas. Es más, siempre se ha dicho que cualquier mujer que tenga una sola peca en la cara o en cualquier otro sitio basta para que no pueda ser bruja.
-¡Anda! A mí me dijo mi abuela que todas las brujas llevan alguna marca y que por eso se conocen.
 
En materia tan importante como la brujería, resulta capital aprender a detectar a las brujas. A través de los tiempos han existido métodos a cuál más original.
De las personas "catadoras" o conocedoras de brujas voy comentando en muchas ocasiones, pues durante la vida del nuestros aragoneses, siempre se estaba alerta para poder detectarlas. Muchos de los métodos podían ser aplicados por cualquiera aunque no tuviera don especial.
 
-Pero, bueno, ¿son brujas porque llevan la marca o llevan la marca porque son brujas?
-Sí, eso: ¿Cómo se hacen brujas? ¿O nacen ya brujas?
 
Las marcas. Se suponía que la bruja tenía alguna parte del cuerpo insensible y se iba pinchando con agujas hasta encontrarla. Lo que a veces ocurría, es que se utilizaban agujas falsas que se introducían en su funda en vez de pinchar con lo que la bruja, indefectiblemente, quedaba convicta.
En muchos lugares, para encontrar esta señal frotaban el cuerpo con una toalla nueva y luego con un trapo de lana que envolvía ceniza -algunos utilizaban agua bendita-. Al pasarlo por el lugar de la marca ésta se hacía visible: a continuación pinchaban con la aguja comprobadora.
 
El uso del falso punzón con punta retráctil se utilizó muchas veces, cuando la supuesta bruja era de casas pudientes, con lo que salían airosas de la prueba.
Se creía también que las brujas o brujos,  eran incapaces de recitar correctamente el padre nuestro y esto se utilizó como prueba.
 
-Pues algunas ya deben de nacer brujas, como ésas que vienen al mundo envueltas en una telica.
-Pero también pueden ser curanderas.
-¿Y es que hay mucha diferencia?
-¿Y qué más da? Lo que yo pregunto es que si alguna no nace así, ¿cómo puede hacerse bruja?
 
Parecía que el tema de la brujería no solamente me interesaba a mí, pues había cantidad de chavales que estaban informadísimos, no sé cómo, tal vez por oír hablar a sus abuelos. Contaron lo de dar la mano la bruja moribunda para traspasar los poderes de brujería a su nieta, que yo ya conocía. Algunos añadieron otros métodos más espeluznantes:
-Pues en Laspuña -nos comentó un  montañés de Chistau- la moza que quería ser bruja tenía que abrir un gato y clavarle en el corazón siete alfileres, hasta causar la muerte del animal. No debían ser ni más ni menos. No podía el corazón pararse antes del séptimo pinchazo, ni seguir latiendo después de clavar el último alfiler.
 
Por muchos lugares de la Ribagorza y el Sobrarbe, el método es revolcarse, completamente desnudo por encima de un zarzal de púas bien erizadas mientras se reniega con toda la fuerza y furia. Dicen que los pinchos del zarzal no hacen mal.
Otro procedimiento consiste en meterse una aguja larga de hacer media por la oreja izquierda y presionarla hasta que salga por la oreja derecha.
Y otro más: dicen que quien quiere ser bruja o brujo tiene que ir a las doce de la noche a un cruce de cuatro caminos; si el que va es un hombre, le sale un perro negro; si es mujer, una gallina negra.
Entonces ha de seguir al animal sin parar de decir "¡Quiero ser brujo, quiero ser brujo!" o "¡Quiero ser bruja, quiero ser bruja!" según sea hombre o mujer y el animal les lleva a un sitio en donde está el demonio con quien hacen el pacto.
 
Este último procedimiento que os paso por hoy, se parece bastante al seguido en otros lugares de la Aquitania o el Bear, auque muy utilizado por nuestras gentes:
-Una noche llevad una gallina blanca a una encrucijada; ponedla en el centro de un círculo que habréis trazado con una vara de avellano. A media noche el Diablo se aparecerá en medio de una batahola espantosa. Si no tenéis miedo, volved a coger la gallina, sangradla en la encrucijada y enterradla; coged sus plumas y ya sois brujo o bruja.
 
En todos los casos si la conversión en brujo o bruja se producía, en ese momento o al llegar a casa, aparecía el libro “Berde” o de “San Cipriano”. Con ellos ya podrían hacer conjuros y toda suerte brujeril.
 
Pero será tema para otro ratico…


lunes, 1 de septiembre de 2014

¿Ocurrió en una muga?

Si uno es aficionado a la montaña, se ha podido tropezar cerca de la frontera con una especie de pilote con una cruz grabada y un número. En realidad no está cerca de la frontera, sino en la misma muga. El palo vertical de la cruz indica exactamente el encuentro de Francia y España. Otras veces, en vez de pilote, el dato está labrado en la roca, como en el caso de la muga 305 que puede observarse junto a la carretera en el antiguo puesto fronterizo de Somport.
La primera marca dentro de Aragón también es así y lleva el número 273. Se encuentra en el puerto de Ansó o Pertrechera, no lejos de la mesa de los Tres Reyes, el punto que reunía el reino de Francia, el de Navarra y el de Aragón. . Este verano os invito acercaros por la zona de Ansó y llegar hasta la “Mesa de los Tres Reyes”, al menos en la imaginación. Allí se eleva, majestuosa, a 2488. metros de altura, no lejos de Ansó y por encima de Petrechena.
Así la llaman también los franceses, Table des Trois Rois. En una guía gala del Pirineo, especifica que se llamaba así porque estaba en la muga del reino de Aragón, del de Navarra y del de Francia y en ella se podían sentar para conversar los tres reyes, a la misma mesa, pero acomodado cada uno dentro de su territorio.
No es la única que tenemos. Con el mismo nombre se denomina también al lugar que dividía los reinos de Aragón, Navarra y Castilla y que corresponde a los términos municipales de Tarazona, Ágreda y Fitero, respectivamente. En ella nos consta que se reunieron nuestro Alfonso II con Alfonso VIII el de las Navas, de Castilla y Sancho el Fuerte de Navarra y nos los imaginamos respaldados cada uno por sus guardias reales.
Tampoco parece absurdo que los muchos tratados de señalamiento de fronteras y amojonamiento de los tres vecinos requiriese alguna vez la presencia real. En el archivo de Ansó se encuentran abundantes tratados ya desde el siglo XII. El último, que sepamos, la Concordia entre los valles de Ansó y Aspe en 1608, que por cierto está redactado en aragonés.
No creáis que eso de los límites es tan fácil como lo decidieron los de Pomar con sus vecinos de Estiche, allí en el Cinca. ¡No lo sabéis? Parece que litigaban los dos pueblos y no parecía muy claro dónde estaba la raya de los dos municipios.
Pomar del Cinca (Huesca)
 
A fin de solucionarlo de una vez llegaron al acuerdo de decidirlo con una prueba deportiva. ¡Que bien si los problemas se resolvieran así en vez de hacerlo con las armas!. Pues bien, la prueba consistía en una carrera entre dos mozos, uno de cada pueblo, que representaban a sus municipios.
El de Estiche saldría corriendo en dirección a Pomar, al mismo tiempo saldría de su pueblo en dirección a Estiche. En el punto en el que se encontrasen los dos mozos se pondría la frontera de los dos pueblos.
 Parecía una medida muy equitativa. Cada pueblo eligió a su mejor atleta. Pero los de Pomar fueron muy cucos y antes de la carrera obsequiaron al zagal de Estiche con ciruelas calientes. Las ciruelas hicieron su efecto rápidamente en el estómago del corredor, le removieron las tripas y tuvo que pararse por el camino seis o siete veces para aliviar su diarrea. Cuando se rehizo, ya estaba llegando el otro a Estiche. Esto a propósito de límites. Perdón por la digresión pero me puede el contaros cosas de esta nuestra tierra.
La Mesa de los Tres Reyes, desde luego, resultaba propicia para el diálogo. ¿Quien sabe si allí también se ventilaron los problemas de Petilla de Aragón?
No sabemos muy bien por qué Pedro II de Aragón la cedió en prenda a Sancho de Navarra a principios del siglo XIII y algunos años mas tarde Jaime I la cedió definitivamente a los navarros. No debía de considerarla de gran valor, ni él ni sus sucesores ya que en el año 1502, Carlos III de Navarra intentó devolverla al rey de Aragón, Martín el Humano, y éste no la aceptó.
¿Se trataría el negocio en la Mesa de los Tres Reyes?
Las gentes de “la bal de Onsella” dan otra versión mucho más simpática y no sabemos si tienen razón, por que lo cierto es que tengo gran fe en las leyendas, más que en los cronistas  e historiadores. La tradición dice que el rey aragonés y el navarro se la jugaron a las cartas y la perdió nuestro monarca. La apuesta era Petilla de Aragón y Gallipienzo de Navarra. Si la suerte nos hubiera sido propicia, Petilla sería nuestra y también Gallipienzo como enclave dentro de Navarra. Pero entiendo por que perdió nuestro rey.
La jugaron a la brisca. Si se la hubieran jugado al guiñote, otro gallo nos hubiera cantado.
Aclaro que cuando me contaron la historia en Undués, lo decían con toda seriedad y parecían convencidos. Da lo mismo. Ya no queda asignatura pendiente por este asunto. Solo el sentimiento de frustración.
 Y conozco alguna pareja guiñotera que se enfrentaría ahora gustosa  a los navarros pera jugarse cualquier cosa: aunque fuera Zaragoza por Pamplona. Pero, al guiñote, ¿querrán ellos?...